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Museo Roca - Instituto de Investigaciones Históricas

¿Cómo eran los fuertes y fortines en Argentina?

A fines de siglo XIX en Argentina, los fortines unían los fuertes y se encontraban a unos 5 kilómetros de distancia entre ellos. Puertas adentro, tenían su propia huerta, hospital, depósito, polvorín y las habitaciones o ranchos de quincha para los habitantes.

Como describimos en la nota sobre los fuertes y fortines que se transformaron en ciudades bonaerenses y patagónicas, como Trenque Lauquen, Carhué, Guaminí y Puán, en esta ocasión analizaremos cómo eran esos establecimientos militares por dentro.

Los fuertes y fortines por dentro

La línea de fortines estaba comunicada hasta Puán por el telégrafo. Los fortines unían los fuertes y se distanciaban entre ellos unos aproximados 5 kilómetros. Los fuertes eran fundamentales, significaban el asiento de un regimiento. Estos cuarteles tenían 150 metros de lado, un foso y parapeto. Adentro había un edificio para el comando y un alojamiento para dormir. También contaba con depósito, polvorín y hospital.


(Foto: vista general del Fuerte Codihue, situado en la unión de los valles de los arroyos Haichol y Codihue con el río Agrio, afluente del Neuquén, y a 10 leguas de la línea de cordillera divisoria con Chile. Fuente: Encina & Moreno).

Asimismo, en todos los fuertes se construía un mangrullo para poder mirar desde más altura al horizonte y anticipar la llegada de quienes se acercaban.

El ejército mismo se encargaba de la construcción de los establecimientos y del sembrado e instalación de las huertas, que se encontraban en las inmediaciones de los fuertes y permitían obtener recursos y alimentos.


(La foto del libro de Encina & Moreno muestra la huerta del Fuerte “Colonia en Primera División”. Fuente: Fondos Documentales Visuales del Museo Roca).

Crónicas de un fuerte

Según crónicas como las del Padre Espinoza, en los fuertes la vida era más llevadera que en los fortines. En los fuerte se atendía la vigilancia, se reforzaban las defensas y en caso de ser necesario también se salía a cazar cuando faltaban alimentos.

Por el contrario, en los fortines el día a día era mucho más duro, sobre todo en aquellos que estaban más alejados y donde costaba conseguir algo para comer.


(Foto del “Fortín Cabo Alarcón", del libro Encina & Moreno. Fuente: Fondos Documentales Visuales del Museo Roca).

La dura vida en los fortines

A las viviendas de los fortines se los llamaba ranchos “de quincha”, y estaban conformados por una trama de paja, totora o junco cosida sobre un armazón de cañas o ramas.

Como eran muy precarios, como puede notarse en la foto de arriba, los soldados alegaban pasar largas penurias por el frío y el hambre.