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Museo Roca - Instituto de Investigaciones Históricas

La frontera pampeano patagónica: una historia de largo plazo

El estudio de las relaciones de frontera entre la sociedad criolla, el Estado argentino y las comunidades indígenas es un tema fundamental para el Museo Roca, y parte de un proceso donde se conjugaron diversos elementos que “separaban" a la sociedad. Esta división no significó un muro que separó personas a uno y otro lado. Por el contrario, se entablaron múltiples y complejas relaciones a través del tiempo.

Cuando queremos analizar hechos tan trascendentes como la “Conquista del Desierto” o el Período de Organización del Estado Nacional, es fundamental tomar en consideración que éstos son parte de un proceso donde se conjugaron diversos elementos, entre estos las fronteras que “separaban" a la sociedad criolla respecto a las sociedades indígenas. Esta división no significó un muro que separó personas a uno y otro lado. Por el contrario, se entablaron múltiples y complejas relaciones a través del tiempo. Las relaciones de frontera se fueron transformando a través del tiempo en un complejo entramado de que formaban parte intercambios económicos y culturales, relaciones diplomáticas y enfrentamientos armados.

El estudio de las relaciones de frontera entre la sociedad criolla, el Estado argentino y las comunidades indígenas es un tema fundamental para el Museo Roca-Instituto de Investigaciones Históricas. Fue justamente Julio A. Roca quien en 1879, en calidad de Ministro de Guerra y Marina de la Nación, lideró la campaña conocida como “Conquista del Desierto”. A lo largo del siglo XIX se habían sucedido diversas campañas militares sobre las sociedades indígenas que habitaban la región. Una de las avanzadas más contundentes fue la de Juan Manuel de Rosas en 1833. Posteriormente a la campaña, el rosismo llevó adelante una novedosa política pública en torno a los “indios amigos” de la Provincia de Buenos Aires.

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(Foto: Mapa “Fronteras con el Desierto” 1779-1883. En Ocupación de la llanura pampeana; p. 30. Municipalidad de la provincia de Buenos Aires, 1979).

A fines del siglo XIX se produjo un giro significativo en cuanto a la diversidad de estrategias que se habían desplegado hasta el momento desde el Estado nacional. El Congreso sancionó entonces la Ley 947 que, retomando una ley anterior del año 1867, disponía una nueva campaña militar para llevar la frontera del Estado argentino hasta el Rio Negro. Esta Ley fue precedida un detallado informe encargado por el Ministro de Guerra Julio A. Roca a Estanislao Zeballos, denominado La conquista de 15.000 leguas y dedicado por su autor a “los jefes y oficiales del ejército expedicionario”.

La Ley 947

Si bien hubo voces disidentes, las elites dirigentes lograron un alto consenso en cuanto a la idea de avanzar militarmente sobre las sociedades indígenas y los territorios que habitaban. Con esta acción se puso fin a la diplomacia como vía de acuerdo con jefes y caciques de pueblos y confederaciones. Desde la óptica del Estado argentino, algunos factores clave explican esta decisión política, a saber: la amenaza siempre latente de guerra con Chile por los territorios patagónicos y la creciente valorización de las tierras para la producción de carnes y cereales debido al despegue vertiginoso del modelo agroexportador. Además, en el clima de ideas de la época, los pueblos indígenas eran considerados refractarios al ideal de progreso. Los proyectos de “asimilación” que se llevaron adelante, con posterioridad a la campaña militar, se concentraron en la educación y evangelización para la transformación de los indígenas en sujetos productivos, de acuerdo a la matríz civilizatoria que sostenían las elites del período.


(En en el medio de los jefes del Estado Mayor, Julio A. Roca, retratados por Antonio Pozzo).

Es necesario tener en cuenta a su vez el contexto internacional, caracterizado por contundentes procesos de colonización en todo el mundo por parte de las grandes potencias. El territorio de la Patagonia era también materia de disputa internacional. En el plano local, además, la campaña de 1879 funcionó como parte de la candidatura de Julio A. Roca, quien alcanzó la presidencia de la nación como líder del Partido Autonomista Nacional en 1880. La relevancia de la campaña militar en el éxito de su candidatura revela que existían altos consensos en torno a la necesidad de que el Estado avanzara militarmente sobre los territorios patagónicos. Por todas estas razones, el Estado argentino avanzó con una violenta ofensiva que permitió incorporar miles de kilómetros de tierras al mapa nacional. Tan solo una década antes la Patagonia había comenzado a ser incorporada en el mapa argentino como proyección política pero recién a comienzos de 1880 fue efectivamente conquistada.

Desde las sociedades indígenas o desde "Tierra adentro”, expresión que los indígenas solían utilizar para definir su lugar en el mundo, la Campaña de 1879 fue una conquista violenta que no solo produjo cientos de muertos sino que arrasó con las tierras que habitaban y llevó a profundos procesos de desestructuración social y cultural, cuyas derivas se extendieron durante todo el siglo XX e incluso hasta la actualidad.

¿Qué significa conquistar un desierto?

Este episodio clave de la historia argentina es materia de un intenso debate historiográfico y político. Para nuestro Museo se trata de un tema central, no solamente porque lleva el nombre de Julio A. Roca sino también porque posee un valioso patrimonio vinculado con la "Conquista". Nos referimos a valiosos fondos documentales vinculados con la historia de fronteras así como a los álbumes de los fotógrafos que acompañaron la Campaña: Antonio Pozzo (1879) y Carlos Encina y Edgardo Moreno (1883). Ellos retrataron el proceso de “Conquista” y la vida en las fronteras desde la óptica de la publicidad de los actos del Estado pero también desde el registro científico vinculado al conocimiento del territorio. En este sentido la fotografía de la campaña no solo produjo un registro empírico sino que funcionó como un poderoso dispositivo de construcción del papel y el poder del Estado.

En cualquier caso, desde el Museo consideramos que la historia de fronteras solo puede pensarse en el largo plazo y que por lo tanto la campaña de 1879 es el desenlace de una historia de siglos que nos invita a remontarnos incluso hasta el orden colonial en el Rio de la Plata.

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(Foto: Indios amigos. Cacique Valentín Sayhueque, uno de los más importantes de la Patagonia argentina. Foto: c.1900. AGN).

Fronteras que no son muros

La historia de fronteras presenta una gran complejidad y muchos posibles abordajes. Es fundamental entender que las fronteras remiten a una historia de largo plazo y poder pensarlas como espacios de intercambios y relaciones complejas, no como muros o divisorias entre dos mundos. La frontera era más bien una “zona de contacto” permeable y de fluida co-presencia, donde se entablaban múltiples relaciones que oscilaban entre enfrentamientos y alianzas; tensiones y negociaciones de paz, tanto entre el mundo indígena y el hispano-criollo como entre los distintos grupos indígenas. 

La cuestión de las fronteras se remonta al inicio del período colonial, cuando la conquista y colonización fueron delimitando los territorios que iban quedando en manos de los conquistadores. Extensas regiones quedaron fuera del control directo de los españoles, en parte debido a la inmensidad de las tierras. Así se fue construyendo un gran y permeable límite, donde se mantuvieron todo tipo de relaciones entre los criollos y los pueblos indígenas: económicas; sociales; políticas y culturales, que desde ambos lados supieron ser aprovechadas. Del mismo modo, la Cordillera era un corredor de permanentes intercambios entre los distintos grupos indígenas, quienes tenían estrechos lazos con aquellos que se encontraban del otro lado (hoy Chile).

A lo largo de la frontera, el comercio fue una de las bases principales de las relaciones interétnicas. Muchos criollos, delincuentes fugados y refugiados políticos entre otros, vivían en las tolderías. También tribus enteras se establecían como aliados o “indios amigos” dentro del límite de los fuertes militares. Eran muy comunes los contactos con viajeros, científicos o aventureros que, fascinados con el paisaje y el estilo de vida semi nómade de los nativos, llegaban a la Patagonia y trataban transitoriamente con los indígenas. Algunos, incluso, se quedaban a vivir entre ellos.

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(Foto: "Indios amigos" con sus lanzas. Choele Choel. Indios de Linares. Antonio Pozzo. Archivo del Museo Roca – Instituto de Investigaciones Históricas).

Muchos “indios lanceros” participaban activamente en las distintas batallas libradas, combatiendo en uno u otro bando. Lo mismo ocurría con los jefes de frontera y caudillos, quienes intervenían en disputas entre tribus y caciques. Así, tribus grandes como la de Sayhueque, solían apoyar al ejército argentino, aunque en ocasiones terminaron uniendo fuerzas al cacique rebelde Namuncurá en sus rebeliones contra el Estado Nacional.

La actividad diplomática era muy común en aquellas épocas. Era un recurso de “establecimiento de la paz”, a través del otorgamiento periódico de recursos alimenticios, pago de sueldos, intercambio de cautivos y cargos otorgados a los caciques. Todo esto colaboró a generar cierta dependencia económica de los indígenas respecto al Estado argentino, lo cual contribuyó a su debilitamiento político.

La presencia de las mujeres era muy importante en la vida de fronteras. Muchas eran llevadas por el ejército a las diversas expediciones civiles y militares. Asimismo, había mujeres indígenas que iban a vivir a los fortines luego de los “malones blancos”. En algunos casos las indias capturadas se casaban en segundas nupcias  con miembros de la tropa.

Por último, y no menos importante, se encontraba la tropa. Ésta estaba conformada por criollos de la zona pampeana, criollos mestizos y negros, quienes compartían la vida semi nómade con un uso exclusivo del caballo. Se alimentaban casi exclusivamente de carne, yerba y el tabaco y eran amantes de la vida "sin ataduras". El coronel Racedo cuenta en una de sus memorias, que los soldados muchas veces no querían ver sufrir a los indígenas tomados prisioneros y hasta les daban sus ropas como abrigos.

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(Foto: “Tehuelches”. Autor sin identificar. c.1900. Sección Antropología, Museo de La Plata).

A modo de conclusión

La llamada “Conquista del Desierto” no fue más que la culminación violenta de una prolongada historia de relaciones complejas entre el Estado, la sociedad criolla y los pueblos indígenas que habitaban la región pampa-patagonia. La palabra desierto presenta diversos sentidos. Por una parte remite al paisaje de la estepa, pero por otra simboliza la idea de “falta de cultura” asociada a los pueblos originarios antes de la conquista estatal. Desde el punto de vista del paisaje, la Patagonia es un espacio diverso, con estepas y bosques. Desde el punto de vista histórico y cultural, este espacio no era un desierto, sino que estaba habitado desde hacía muchos siglos por diversas sociedades indígenas, algunas más recientes, otras más antiguas, pero sin duda todas anteriores a su ocupación por parte del Estado argentino.

Finalmente, el mapa contemporáneo del país que nos representa y al que gran parte de la sociedad argentina piensa en relación a la idea positiva de soberanía –incluso independientemente de las ideas de cada persona en torno a la historia de fronteras–, es un reflejo de relaciones históricas donde a los intercambios culturales, sociales y económicos se suma, casi transversalmente, la violencia de procesos diversos de conquista. Toda cartografía es política y está atravesada por procesos sociales que solo pueden ser pensados en su complejidad.

Bibliografía

Existe una extensa bibliografía en torno a la cuestión de fronteras. Les recomendamos, para profundizar en estos temas, la lectura de Silvia Ratto, "Redes políticas en la frontera bonaerense, 1836-1873: crónica de un final anunciado", Universidad Nacional de Quilmes, Bernal, 2015, Raúl Mandrini: “Indios y fronteras en el área pampeana (siglos XVI-XIX). Balance y perspectivas”, Anuario del IEHS y de Enrique Mases “Estado y cuestión indígena. El destino final de los indios sometidos en el sur del territorio (1878-1910)”, Buenos Aires, Prometeo.