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Museo Roca - Instituto de Investigaciones Históricas

¿Qué es la Desmonumentalización? Coherencias, paradojas y consensos.

La remoción del monumento a Julio A. Roca en la Ciudad de Río Gallegos y la votación en Bahía Blanca para cambiarle el nombre al parque "Campaña del Desierto " abrió nuevamente un viejo debate: la Desmonumentalización de personajes de la historia que no se adaptan a la moral reinante. ¿Qué se puede reflexionar acerca de este fenómeno?

El pasado viernes 23 de diciembre de 2020, en pleno contexto de preparativos navideños, los medios de prensa informaron la remoción del Monumento a Julio A. Roca en la Ciudad de Rio Gallegos, que había sido inaugurado y colocado en 1941. De acuerdo a las explicaciones del Municipio que recogieron los medios, el Monumento fue desplazado por razones vinculadas a reformas en la vía pública, dejando abierta la posibilidad de su traslado a otro hipotético espacio de la ciudad patagónica, según detalló Infobae.

En julio de 2021, una cuestión similar se hizo eco a través de los medios en el marco de un relanzamiento de un espacio verde. La municipalidad de Bahía Blanca propuso cambiarle el nombre al parque Campaña del Desierto, ubicado en el ingreso a la ciudad, y en la votación el nombre que resultó ganador fue el de Julio Argentino Roca, dejando en segundo lugar el nombre original y a Ricardo Alfonsín como tercera opción. La votación se hizo por medio de una plataforma virtual en la que los votantes debían registrarse.
 

(Campaña de la Municipalidad de Bahía Blanca que proponía cambiarle el nombre al Parque Campaña del Desierto). 


Ambos episodios, aunque con características diferentes, ya que en Bahía Blanca trató de una decisión pública asociada a la realización de obras públicas mientras en Río Gallegos hubo un proceso de consulta a la sociedad, parecen ser las dos vértices de un misma problemática: la de las representaciones políticas en torno a la figura de Julio A. Roca, un tema arduamente discutido y atravesado por diversas capas donde confluyen, una y otra vez, la Historia y la Memoria, así como las interpretaciones y valoraciones en torno al pasado, construidas siempre y necesariamente desde el presente. Pero además estas tensiones se inscriben en un marco más amplio de procesos de desmonumentalización, mediante los cuales y en diversos sentidos, las sociedades cuestionan los posicionamientos políticos que entronizaron a los próceres en el pasado o al menos a algunos de ellos.

Contexto de desmonumentalización

Ya desde fines del siglo XIX en América Latina y en la Argentina y al desde al menos un siglo antes en los países europeos, el desarrollo de los Estados nacionales fue acompañado por procesos de construcción de imaginario y representaciones, orientadas a la definición y exaltación de sentimientos de nacionalidad, en sociedades muy heterogéneas y dinámicas. Los procesos de construcción de imaginarios nacionales se desplegaron en un amplio abanico de proyectos, tales como monumentos, museos, obras de arte, cartografías, etc. En cada uno de ellos los “usos del pasado” estuvieron a la orden del día para la construcción de relatos intelectuales y visuales.

El arte público fue uno de los lenguajes por excelencia del imaginario patriótico. Paulatinamente, la afirmación de la nación y su panteón de héroes y episodios célebres dieron lugar al surgimiento de la idea de patrimonio, como aquellos bienes y edificios que debían ser conservados por los Estados para la protección y proyección de la memoria, la enseñanza de la historia y el disfrute de las sociedades. Pierre Nora se refirió al despliegue de estos procesos en Francia con el ya conocido concepto de lugares de la memoria, ampliamente utilizado y aplicado a los más diversos contextos. Historia y memoria actuaron en conjunto para la proyección de estos lugares, ya que, como explica el historiador Enzo Traverso, no solo la primera es constructora de representaciones y sentimientos, sino que también lo es la segunda, tal vez más disimulada por las características de la labor académica y su pretensión cientificista.

¿Preservación o destrucción?

Es interesante advertir la relación dialéctica entre preservación y destrucción detrás de los procesos de formación de colecciones púbicas. Fue durante la Revolución Francesa cuando surgió la noción de patrimonio nacional. Ante las acciones populares destructivas de los símbolos de la opresión y la monarquía, que podrían ser leídos en clave de acciones iconoclastas de un nuevo tipo, los propios gobiernos revolucionarios advirtieron la necesidad de proteger y otorgar estado público a edificios, monumentos y bienes culturales, como parte del patrimonio de la nación francesa, y aun a pesar de sus significados políticos e ideológicos, a menudo refractarios a los valores e ideales de la Revolución.

(Remueven el monumento de Julio Argentino Roca en Río Gallegos, diciembre 2020).

El Estado dispuso entonces la protección de vastos bienes que formaban parte de la historia de Francia para evitar su destrucción y ponerlos a disposición del disfrute de la sociedad, poniendo el foco en una renovada concepción de la cultura, de acuerdo a las palabras dl historiador francés André Chastel. Desde entonces, con el transcurrir de los siglos XIX y XX se desarrollaron medidas de protección de los bienes culturales en todo el mundo, mediante legislaciones nacionales e internacionales. Estas medidas han convivido con los procesos de construcción y destrucción, de entronización, juicio y olvido en torno a aquellos pasados. Esto se debe a que aquello que en cada contexto histórico concebimos como patrimonio, siempre es político y por ende cambiante de acuerdo a los contextos y las coyunturas.

Sin ir más lejos, este año se dio un interesante fenómeno social de destrucción de monumentos asociados a figuras vinculadas con el racismo, que fue especialmente contundente en Gran Bretaña y Estados Unidos de América, países con intensos pasados esclavistas. Desde luego, se requeriría de un análisis profundo sobre estos temas, pero cabe señalar que la oleada de destrucción de monumentos tuvo un punto de inflexión en las acciones populares de resistencia a las políticas racistas del gobierno de Donald Trump. Concretamente el asesinato del afroamericano George Floyd en Mineápolis, el 25 de mayo del 2020, en manos de la policía, fue el desencadenante de un fenómeno muy interesante de resistencia que se propagó por diversos lugares del mundo. Unos días después la protesta social se expresó en intervenciones destructivas sobre monumentos que representaban figuras esclavistas. Este fue el caso de la estatua de Edward Colston en Bristol, en el sudoeste de Inglaterra, sucedida a comienzos de junio y seguida por acciones similares en otras ciudades. Este fenómeno sin dudas recupera luchas sociales de larga data, donde la sociedad pone en diálogo espontáneamente pasado y presente, un ejercicio que, con mayor o menor conciencia, es sin dudas saludable, necesario y transformador y que a la vez pone en evidencia, una y otra vez, el carácter dinámico y político de los dispositivos de memoria desarrollados por las sociedades y los estados. Una y otra vez.



(Estatua de Edward Colston, en Bristol, luego de ser desmontada. Colston era un comerciante de esclavos del siglo XVII. 
Foto: GETTY IMAGE).

Argentina monumental

En la Argentina, a fines del siglo XIX se desencadenó un proceso de eclosión nacionalista marcado por la construcción de monumentos y por la fundación del primer museo histórico en su género. Pero la noción de patrimonio asociada a la protección de bienes y sitios culturales por parte del Estado es de fines de la década de 1930. Por entonces se erigieron los monumentos que se encuentran en Bariloche, Choele Choel y Río Gallegos.

Por esos años, la Nueva Escuela Histórica hegemonizaba el campo historiográfico. Paradójicamente, aquella se presentaba a sí misma como la primera escuela que estudiaba el pasado de acuerdo a una metodología científica, y a la vez sus historiadores estaban a la vanguardia de la construcción de dispositivos para la educación nacionalista. Tal como sostiene el historiador Facundo Cersónimo, la entronización de la figura de Roca asociada a la campaña militar contra los pueblos indígenas de la región pampa-patagonia, conocida como Conquista del Desierto, comenzó en forma paralela a la campaña misma. Este hecho se refleja con claridad en la obra de Juan Manuel Blanes (El 25 de mayo…) realizada por encargo del Estado nacional. Pero la entronización de Roca aun debía esperar varias décadas.

Posteriormente al declive del orden conservador, su figura fue cuestionada por los gobiernos radicales, no exactamente por la campaña militar de 1879, sino más bien por haber representado un régimen político que impedía el pleno desarrollo de la república democrática. Fue recién con los gobiernos conservadores que comenzaron tras el golpe de Estado contra Yrigoyen, que la figura de Roca fue exaltada como constructor del Estado nacional, un proceso en el cual se destacaban la “lucha contra el indio”, entendida en clave civilizatoria, el logro de la soberanía argentina en la Patagonia y las relaciones pacíficas con Chile.

(Estatua de Julio Argentino Roca emplazada en el Centro Cívico de Bariloche, intervenido por manifestantes en contra de lo que representa el monumento. Foto: Diario El Día de Bariloche).


En este contexto se construyeron tres monumentos clave: en San Carlos de Bariloche, en Choele-Choel y en Río Gallegos. El monumento de Río Gallegos, inaugurado en 1941 y obra del escultor Brunnix, fue iniciativa del Concejo Deliberante de dicha ciudad. A su vez, la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos tuvo un papel destacado en los actos organizados para su inauguración. Se trata de una representación civil de Roca que lleva dos significativos bajorrelieves: uno simboliza la Conquista del Desierto y el otro el encuentro conocido como “Abrazo del Estrecho”, que tuvo lugar en el año 1899 entre los presidentes Roca y Errázuriz y que culminó en los Pactos de Mayo que sellaron la paz de los dos países. Por este motivo fue muy importante la presencia de una delegación chilena cuando el Monumento en cuestión fue inaugurado. Siguiendo a Cersónimo, la construcción de la figura de Roca como prócer se selló en aquellos años y fue a la vez reafirmada por la última dictadura-cívico militar, cuando el Centenario de la “Conquista del Desierto” en 1979 fue la ocasión para poner los “usos del pasado” nuevamente a la orden del día.

Roca y sus revisionismo

Fue recién a partir de los 80 cuando la figura de Roca comenzó a ser nuevamente cuestionada. Pero esta vez se le otorgó una nueva entidad a su actuación en la “Conquista del Desierto” y las consecuencias de este proceso sobre las comunidades indígenas. En este contexto se estaban produciendo nuevas investigaciones con renovados enfoques en torno a los estudios de fronteras y a los renovados reclamos de las comunidades indígenas en sus luchas por derechos materiales y simbólicos. Es clave el cambio del eje de las críticas que se produce en torno a Roca. Si los gobiernos radicales de la décadas de 1910 y las de 1920 habían cuestionado los impedimentos del orden conservador hacia el desarrollo democrático, el antirroquismo de las décadas de 1980 y 1990 abrevó mucho más en las consecuencias sociales de la mal llamada Conquista del Desierto. Tal como sostiene Francisco Taiana, la figura de Roca fue asociada a las del terrorismo de Estado de la última dictadura cívico-militar y por ende la avanzada del Estado nacional sobre las comunidades indígenas de la región pampa-patagonia fue puesta en el centro de las críticas. En este punto, vale aclarar que avanzada que produjo sobre el Chaco siempre fue menos visible.



(Fotografía de Antonio Pozzo a los comandantes de la campaña del desierto).


Esta lectura, asociada a la renovación historiográfica sobre las fronteras y a las producciones historiográficas de divulgación que se propusieron desmontar el relato liberal en torno al pasado glorioso de una nación que había logrado el triunfo de la civilización sobre la barbarie pronto cosecharon miles de adeptos. Entre ellas, las emblemáticas producciones y acciones políticas de Osvaldo Bayer.

Paradójicamente, los odios hacia Roca como síntesis de muchos de los males de la nación lo tornaron una figura pública siempre vigente.

Roca, hoy

¿Qué podemos reflexionar sobre el monumento de Roca, una obra erigida en su memoria? ¿Debemos olvidar? Más allá de que efectivamente la realización de obras públicas sea la única o la principal razón para la remoción del Monumento, lo cierto es que el hecho produjo muchas reacciones positivas, que entendieron a este acto como una decisión política. Y el Municipio de Río Gallegos es sin duda consciente de estas lecturas.

En esta línea, si la intención es política, lo cual es plenamente legítimo, ¿es necesario que esta sea explícita? No sería deseable que la moción surja de un debate y de una decisión colectiva que convoque al Consejo Deliberante como órgano de gobierno y a la sociedad local de Río Gallegos. Una decisión de esta naturaleza, con sus implicancias ideológicas, políticas e historiográficas, sería mucho más orgánica si surgiera de una acción colectiva, aun si el termómetro político marca que será más bienvenida que repudiada.

Por otra parte, el acto de repudio que culmina en destrucción es una forma de borrar el pasado. Incluso puede ser interesante, ya sea para su exaltación o su cuestionamiento, que estas figuras estén siempre presentes. Un monumento es también un producto de la historiografía.

¿Qué diríamos como sociedad si se quemaran bibliotecas solo porque contienen libros que reflejan una línea de pensamiento que ya no es hegemónica o representativa de vastos sectores sociales? Seguramente una acción en esta línea sería cuestionada.

Los monumentos también nos hablan del pasado, y tal vez, mejor que derribarlos u ocultarlos, podría ser comprenderlos en su contexto, pensarlos críticamente o resignificarlos. Con el razonamiento destructor, para qué tendríamos, un museo que lleva por nombre la figura de Roca ¿no sería más lógico cerrarlo en esa línea?

Otra opción más interesante podría ser resignificar la figura, ponerla en diálogo con el pasado e interpelarla con sentido reflexivo. Esto es lo que tratamos de hacer desde el Museo Roca. Además, frente a este tipo de acciones cabe diferenciar al Estado de la sociedad civil. Entiendo, en este sentido, que no es lo mismo un acto de repudio o resistencia de origen popular, que una decisión tomada por una agencia estatal. Caben, a esta última, diferentes responsabilidades en las decisiones tomadas y las formas de llevarlas a cabo.