Luego de la segunda fundación de Buenos Aires en 1580, estas tierras fueron asignadas a Rodrigo Ortiz de Zárate, quien formaba parte de la hueste de conquistadores provenientes de Asunción del Paraguay.
El barrio fue inicialmente un enclave rural en las afueras de Buenos Aires, situado a la vera de uno de los caminos de entrada a la ciudad, cercano al Río de la Plata. Se destacaba por su paisaje atractivo, que permitía disfrutar de la vista de la barranca natural, la costa y el río.
A comienzos del siglo XVIII, mientras Buenos Aires iniciaba un proceso de expansión, la Orden de los Recoletos comenzó a erigir en este lugar su convento e iglesia. Destinó entonces un predio para el camposanto, donde se daría sagrado entierro a los difuntos, de acuerdo al credo católico. El primer gran cambio introducido en la zona fue obra de Rivadavia. A comienzos de la década de 1820 impulsó una serie de reformas políticas, eclesiásticas y urbanísticas, entre las cuales reglamentó el funcionamiento del cementerio, poniéndolo bajo la órbita del Estado de Buenos Aires y limitando significativamente la intervención de la Iglesia en su administración.