Museo Roca - Instituto de Investigaciones Históricas
Del barrio marginal al barrio señorial
Les contamos un lado no tan conocido de La Recoleta
El barrio tomó su nombre del convento de los Recoletos Descalzos. Los corrales de abasto, llamados mataderos, donde se sacrificaba al ganado para el consumo de la población, se instalaron en 1772. Hacia 1814, existían tres de carácter oficial: el de Recoleta en el norte, el de Miserere en el oeste y el de Santo Domingo en el sudoeste. El que nos ocupa se asentó en la calle Chavango, hoy Av. Las Heras, a la altura de la actual Av. Pueyrredón.
Esta actividad nucleó a peones y clientes a los que se sumaban algunos “orilleros”, reunidos en las pulperías o en reñideros de gallos. Las autoridades de la ciudad la consideraban una zona peligrosa, especialmente luego de la caída del sol. Los llamados “vagos”, “maleantes” y “rateros” aprovechaban la escasez de policía y la abundancia de lugares para esconderse y escapar: huecos, túneles y zanjones. Las leyendas sobre muertos caminantes y fantasmas tampoco ayudaban a que el barrio fuera un lugar deseable por las noches.
El Bajo de la Recoleta, se extendía entre el Camino del Bajo, hoy Leandro N. Alem, y el río. Era el lugar de reunión de las lavanderas que utilizaban los pozos de la playa como bateas. También había algunos ranchos diseminados. Sus habitantes se vieron obligados a reubicarse en la zona baja cuando la parte alta empezó a poblarse. Se asentaron allí hasta que el ferrocarril del Norte y la urbanización los volvieron a desplazar hacia Palermo.
Más tarde, en el predio que hoy ocupa el Museo Nacional de Bellas Artes, se construyó la primera casa de máquinas de servicio de aguas corrientes para provisión de los vecinos. Buenos Aires fue la primera ciudad de América con instalaciones de filtros para agua purificada, en 1869. De allí partían los aguateros con sus carretas para el reparto por las calles. Se anunciaban con el sonido del pregón primero, y con la campanilla de bronce después.
Si bien, el barrio de la Recoleta no tuvo un origen refinado, en términos urbanos, su desarrollo fue acelerado. En el siglo XVIII era campo abierto, cien años después estaba poblado de quintas de veraneo. Desde la llamada Belle Époque, a fines del siglo XIX, éstas dejaron paso a las residencias y sus entornos lujosos con las que solemos identificar al barrio y la palabra Recoleta como sinónimo de distinguido y señorial.
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