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Museo Roca - Instituto de Investigaciones Históricas

¿Cómo eran las condiciones de trabajo en Argentina y qué reclamaban los trabajadores a finales del siglo XIX?

A pesar de las oportunidades laborales que permitían la fácil incorporación para los ciudadanos al mundo del trabajo, no faltaron los problemas, las crisis y las fluctuaciones en los salarios que generaban malestar entre los trabajadores.

Durante el último tercio del siglo XIX, nuestro país experimentó un intenso desarrollo de su economía agroexportadora, insertándose de esta manera en el mercado mundial. Entre otros efectos, este modelo productivo impulsó la creación de nuevos puestos de trabajo que explican, en cierta medida, la llegada masiva de inmigrantes. Junto al consecuente incremento de la población, sin dudas extraordinario, creció también el sector industrial, proliferando en talleres y fábricas.

Así, en Buenos Aires, el Litoral, Tucumán, Mendoza y otras ciudades se conformaron pronto en polos productivos, con una altísima tasa de concentración urbana.

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(Foto del taller de empresa tranviaria. Fuente: Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados, c.1900, Museo de la Ciudad).

El movimiento obrero entra en escena

El crecimiento de la actividad no supuso una mejora en las condiciones de trabajo de por sí paupérrimas. Obreros y obreras, en creciente número, comenzaron a organizarse desde fechas muy tempranas para denunciar y revertir dichas condiciones. En este aspecto, resulta innegable el rol decisivo que tuvieron los inmigrantes europeos –que traían consigo la experiencia de una Europa atravesada por luchas sociales y por condiciones laborales, en muchos aspectos, igual de miserables- en el proceso de conformación de las primeras organizaciones obreras en el país que se sumaron a las formas previas de protesta.

El número de huelgas creció conforme pasó el tiempo; cerca de una docena se registran entre 1881 y 1887, mientras que entre 1888 y 1890 la cuenta asciende a más de treinta. Pero, ¿qué se reclamaba y cómo eran aquellas condiciones de trabajo?

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(Foto: Modistas, junio 1912. Fuente: equipo de fotógrafos Caras y caretas, Museo de la Ciudad).

¿Qué se reclamaban los obreros?

El límite en la extensión de la jornada laboral fue siempre un objetivo primordial en las demandas obreras. En muchos oficios fabriles el día de trabajo podía alcanzar las doce horas, mientras que en el campo la jornada se extendía, prácticamente, de sol a sol. En los Ingenios, por mencionar un ejemplo, en época de cosecha se trabajaba durante catorce horas diarias.

En 1878, tras la primer huelga de la Unión Tipográfica, se consiguió, además de un aumento salarial, ponerle coto a la jornada de laboral, limitándola a diez horas en invierno y doce en verano. La reducción de la jornada a 8 horas tendrá que esperar todavía. El primer gremio de oficio en obtener dicha reducción será el de los yeseros, allá por 1895, seguido por los pintores en 1896. 

El reclamo de las mujeres y trabajo infantil

La cuestión salarial ocupó también un lugar central en las protestas que tuvieron lugar durante las últimas décadas del siglo XIX. No sólo se reclamaban aumentos de sueldo, sino también la regularización de los pagos y la eliminación del trabajo a destajo. Revisando los panfletos y periódicos obreros de la época, se constata que el salario exigido en la mayoría de las huelgas ascendía a $4,00 diarios, contra los $2,50, $3,00 que promediaban el salario diarios percibido en las ciudades.

Aún peor era la situación para las mujeres trabajadoras. Según un estudio realizado en 1910 por el Departamento de Trabajo, en 34 fábricas de hilado y tejido el salario de los varones era entre 33% y 100% más altos que la remuneración recibida por las mujeres. Fuera de la fábricas el trabajo femenino se concentraba fundamentalmente en el comercio, los servicios y sobre todo el servicio doméstico. Las trabajadoras a domicilio constituían el sector más explotado de la fuerza de trabajo en la ciudad, enfrentando jornadas laborales aún más extenuantes, con remuneraciones de por sí bajas, a las que debía sustraerse incluso el costo de las herramientas que las propias trabajadoras debían pagar.

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(Foto: Compañía textil Sud América. c.1908. Fuente: Museo de la Ciudad).

Igualmente penoso es lo que ocurría respecto del trabajo infantil. Si bien, por las condiciones de clandestinidad en que muchos niños y niñas eran contratados, resulta muy difícil obtener datos fehacientes sobre dicho sector, la proliferación del trabajo infantil en dicha época es innegable, concentrándose en las industrias del cigarrillo, del vidrio, las bolsas y los tejidos. En el año 1900, la huelga en la industria del sombrero otorgó visibilidad al asunto. En ella se reclamaba que los niños fueran reemplazados por varones adultos.

El pedido del Comité Internacional Obrero

La huelga no fue la única herramienta utilizada por la clase obrera organizada para impulsar sus reclamos. En 1890, el recientemente creado Comité Internacional Obrero elevó al Congreso de la Nación una solicitud que, acompañada por más de 7 mil firmas, reclamaba: la jornada de ocho horas para todos los adultos; la prohibición del trabajo a los menores de 14 años y reducción de la jornada a seis horas para los menores de ambos sexos de 14 a 18 años; la abolición del trabajo nocturno, con excepción de las ramas cuya índole no permita interrupción; la abolición del trabajo nocturno para la mujer y menores de 18 años; mejoramiento de las condiciones de higiene en las fábricas y talleres; la prevención de accidentes y la implementación de seguros laborales; el descanso dominical no interrumpido de 36 horas semanales para todos los trabajadores —en este último aspecto los militantes obreros encontraron un insospechado aliado en la Iglesia; por tal motivo, socialistas y anarquistas preferían referirse a éste como “descanso hebdomadario”—.

Por último, pero no menos importante, se exigía en aquella solicitud el reconocimiento de las organizaciones gremiales.

Algunos de estos reclamos fueron imponiéndose muy lentamente y debieron esperar varios años para ver la luz. Recién en 1905, por ejemplo, se sancionó el mencionado descanso dominical o “hebdomadario”, mientras que la ley protectora del trabajo de mujeres y menores no fue promulgada hasta el año 1907. Si bien estas leyes fueron fundamentales, en algunas ramas fue difícil su cumplimiento efectivo, situación que generó conflictos posteriores.

Hasta entonces, la conflictividad social y obrera siguió su curso de recrudecimiento sostenido. En 1902 una gran huelga logró paralizar las operaciones de carga y descarga en el puerto. Su réplica en otros gremios (cocheros, constructores de carruajes, panaderos, estibadores, marineros, peones del Mercado Central, entre otros) convulsionó la vida política y social de aquel año.

La respuesta del Estado

La respuesta del Estado ante aquella creciente efervescencia fue, cuando menos, ambigua. A la intensificación de la protesta obrera opuso, por un lado, represión física, institucional y política —estado de sitio, ley de Residencia de 1902 y de Defensa Social en 1910—. Pero, por otro lado, mostró cierto interés por comprender la coyuntura social en la que estas protestas se insertaban. El informe encargado a Juan Bialet Massé, para relevar el estado de los trabajadores en Argentina de entonces, pareciera dar cuenta de dicho interés, con miras a desarrollar una legislación apropiada al país y a la época.

La malograda Ley Nacional del trabajo, en 1904, fue expresión de esto último.


(Foto: Bodega barrauero toneleria, en Mendoza, año 1903).

Bibliografía consultada:

  • Falcón, Ricardo, Los orígenes del movimiento obrero (1857-1899), CEAL, Buenos Aires, 1984.
  • El mundo del trabajo urbano (1890-1914), CEAL, Buenos Aires, 1986.
  • Godio, Julio, El movimiento obrero argentino (1870-1910).
  • Socialismo, anarquismo y sindicalismo, Ed. Legasa, Buenos Aires, 1987.
  • Korzeniewicz, Roberto. “Agitación obrera en la Argentina, 1887-1907”. Ficha de Cátedra, FFyL-UBA, 2005.
  • Panettieri, José, Los trabajadores, Editorial Jorge Alvarez, Buenos Aires, 1967.
  • Poy, Lucas, Los orígenes de la clase obrera argentina. Imago Mundi, Buenos Aires, 2014.
  • Suriano, Juan, “El Estado argentino frente a los trabajadores urbanos: política social y represión, 1880-1914”, en Anuario, Nº 14, Fac. Humanidades y Artes – Universidad Nacional de Rosario, 1989-90.

Lee más sobre el El informe Bialet Massé y la Ley Nacional de Trabajo.

*Por Melisa Aita Camps